Intersexión COVID MX



Carla

Los primeros casos de COVID19 en México se dieron a conocer a finales de febrero, para ese tiempo todos en mi familia estábamos reunidos en la casa de mi padre, él se encontraba en una fase terminal de cáncer y estábamos abocados a sus cuidados, al mismo tiempo yo estaba en entrevistas para hacer mi servicio social y cursando el último semestre de la licenciatura en diseño a distancia.

En marzo mi papá parecía ponerse mejor y pasaban por nuestras mentes las esperanzas de verlo recuperado. Mi papá y mi mamá se casaron nuevamente el 12 de marzo, todo pintaba bien, pero para el 21 de marzo mi papá fue empeorando en distintos aspectos de su ya delicada salud y el 25 de marzo murió en la tarde ahogándose con un trago de agua y un paracetamol. El 19 de marzo me habían aceptado para hacer el servicio social en el Museo de las Constituciones, pero al otro día recibí el correo de que se pausaron todos los procesos de servicio social en la UNAM hasta nuevo aviso. La llamada jornada nacional de sana distancia había comenzado el 23 de marzo, y poco a poco se fue tomando en serio, porque para ese entonces no se hacía caso de la distancia social y se veía raro que anduviera alguien con tapabocas, incluso hasta se burlaban en la calle si uno andaba con tapabocas. En la funeraria el día del fallecimiento de mi padre solo nos pidieron que fueran menos de 15 personas. La verdad mi familia y yo tuvimos mucha suerte de la despedida que le pudimos dar a mi padre, pues ya después las funerarias y crematorios se saturaron y los protocolos se recrudecieron para evitar la propagación de la enfermedad. Después de fallecido mi padre, mi hermana permaneció en casa, por los días de luto que marca la ley y por la restricción de abrir centros comerciales, ya que ella trabaja en una tienda de artículos deportivos en la plaza Fórum Buenavista, y desde entonces empezó a trabajar en distintas tareas desde la casa. Mi hermano viene a diario y a veces trae a su hijo, que es mi amiguito y a veces me invita a jugar.

Los primeros días de abril, estábamos tristes, llorábamos mucho, recordábamos a mi padre, veíamos películas, todo muy rutinario, mi hermana se puso a reorganizar algunos espacios de la casa, sacamos nuestras cosas de la casa de mi papá y mi hermano se mudó allá, aunque viene a casa de mi madre a diario. Yo en ese entonces me mantenía ocupada con las asignaciones escolares, pero el proceso de duelo por el que estaba pasando me dificultaba bastante poderme concentrar en ellas. Como iba pudiendo, entregaba mis tareas apenas con ánimo. A veces he pensado que mi padre fue siempre el gran ausente, pero en los últimos años sentí verdadero cariño y respeto por parte de él, y sí me dolió bastante su partida. El 15 de abril fue el cumpleaños de mi hermana y tomamos unas cervezas para pasar las penas. El 20 de abril mi mamá obtuvo ya el acta de defunción de mi padre y su acta de matrimonio también, pero no hemos podido reportar al ISSSTE el fallecimiento de mi padre y sobrevivimos con su pensión que aún le llega.

En mayo mi hermana festejó a mi madre preparando pozole, y de paso nos consintió a todos. Mi semestre terminó el 22 de mayo y lo exenté por un milagro, porque yo sentía que lo reprobaría con todo lo que había pasado: el servicio social en pausa y mi novia me había terminado por esos días. Entonces me puse a estudiar inglés e italiano, terminé los cursos pendientes en una página web de cursos de tantas que hay.

Junio vino y se fue con mucha más rapidez, poco a poco vamos superando la pérdida de mi padre y lo recordamos con más serenidad. Han muerto varios, murió Oscar Chávez, mi papá lo oía, murió Héctor Suarez el comediante que padecía lo mismo que mi papá, murió la mejor amiga de mi mamá de COVID. Invitaron a mi mamá a los rezos por sala de chat y parece que esa ceremonia le ha servido para superar las muertes de su esposo y su amiga, ya que la percibo más tranquila. La jornada nacional de sana distancia terminó desde el 1 de junio, pero se inició una semaforización de las actividades que nos mantienen sin cambios en el valle de México. En los últimos días he estado pintando el retrato de mis padres como proceso catártico para mí y como regalo para mi madre, para que se sienta cerca de mi papá. Ya he vuelto con mi pareja y ya no me siento tan vacía.

Si bien para muchos la pandemia les ha venido a cambiar radicalmente la vida, mi vida no parece muy diferente de cómo era antes, salvo por los momentos de espontaneidad que surgían en el noviazgo. Antes me la pasaba en casa, estudiando o diseñando, afortunadamente he hallado apoyo en la familia y amigos para sortear la discriminación, el desempleo y la precariedad que se padecen cuando tu imagen no encaja en los estereotipos de lo femenino y lo masculino. ¿Ahora de qué sirve el aspecto si ya todo se mira a través de una cámara que puede agregar un filtro y deconstruir la realidad? Si fuera maestra diría que el COVID me cambió los esquemas, pero solo soy una estudiante desempleada. Ahora no sé si las cosas vayan a cambiar, desde que se iniciaron las actividades los casos aumentan cada vez más, no sé si ponerme a buscar empleo y dejo el servicio social para después. Es posible que las cosas permanezcan igual por mucho más tiempo, me encuentro en una verdadera incertidumbre al respecto. Me tranquiliza pintar, a través de la pintura me olvido de la ansiedad y se me pasa el tiempo volando, termino cansada y duermo bien.

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